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jul 30

La Deforestación y su relación con las Enfermedades Zoonóticas

La demanda mundial por alimento y recursos crece de forma ingente y a la par con el crecimiento poblacional. Cada vez, nuevas áreas de bosque se convierten en tierras para la agricultura y ganadería (Afelt et al, 2018). Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)1, la deforestación neta para el periodo 2010 – 2020, fue de 4,7 millones de hectáreas/año a nivel mundial. En Ecuador, según el Ministerio del Ambiente y Agua (MAAE), la deforestación bruta anual, para el periodo 2016 – 2018, fue de 82.529 ha/año, una superficie 2,2 veces mayor a la ciudad de Quito.

La aparición de enfermedades zoonóticas2, guarda relación con procesos antropogénicos, como la deforestación y el incremento de la frontera agrícola. En este escenario, para el proceso de infección, la densidad poblacional y la diversidad de fauna silvestre, son variables que juegan un rol preponderante (Di Marco et al, 2020). Aunque la competencia por espacio y recursos ocurre de forma natural entre organismos de un ecosistema, intervenciones significativas pueden promover el desplazamiento de una o varias especies fuera de sus nichos ecológicos3 (Cunningham & Cunningham 2013).

La intervención antropogénica en los bosques genera un efecto de “empuje y atracción”. Por un lado, la deforestación desplaza a la vida silvestre de su hábitat, y por otro, atrae a la misma a las inmediaciones de los nuevos asentamientos humanos, donde ésta encuentra condiciones ideales para la proliferación de una o varias especies. En el caso de los murciélagos, importantes en procesos de producción agrícola como la polinización, las construcciones humanas proporcionan albergue para especies que habitan en cuevas; las luces de las casas, atraen a insectos que sirven de alimento para murciélagos insectívoros, y en el mismo espacio, los nuevos cultivos frutales llaman la atención de especies de murciélagos frugívoros4 (Han et al, 2015).  

La adaptación de los ecosistemas a actividades humanas, puede incrementar significativamente la presencia y el contacto con diversas especies de fauna exótica en un solo nicho ecológico, y con ello, la diversidad de líneas de virus y las probabilidades de contagio (Afelt et al, 2018). La transmisión de enfermedades desde la fauna silvestre hacia los seres humanos, es un proceso accidental y cuya ocurrencia es difícil de predecir. Aun no existe evidencia que corrobore la transmisión directa desde los murciélagos hacia los seres humanos; por el contrario, y para la mayoría de los casos, las dinámicas de contagio siguen interacciones y patrones complejos.

Por citar unos ejemplos, enfermedades virales como el SARS y el MERS, circularon en animales silvestres y domésticos respectivamente, antes de infectar a seres humanos. En el caso puntual del virus Nipah, que produjo casos de encefalitis con el 74% de mortandad en la India, murciélagos del género Pteropus infectaron en primera instancia a cerdos, de los cuales los humanos contrajeron la enfermedad posteriormente (Chadha et al, 2006).

Una vez dentro de un ser vivo, los virus pueden mutar y desarrollar formas más efectivas para trasmitirse y generar nuevos contagios (Afelt et al, 2018). No se descarta el hecho de que muchas enfermedades virales evolucionen de una línea común. Este es el caso del actual COVID-19, igualmente originado en murciélagos y transmitido a humanos luego de haber infectado un tercer organismo, el cual muestra similitudes genéticas con variantes de otros tipos de coronavirus como el SARS (Lu et al, 2020).

Al problema de la deforestación, se suma el calentamiento global como una amenaza paralela al brote de una eventual pandemia (Ruscio et al., 2015). El derretimiento de los polos, producto del incremento de temperatura, produce una reducción de este ecosistema; ampliando el nicho ecológico de muchos vectores de enfermedades5, en zonas que antes se encontraban congeladas (Parkinson et al, 2014). Además, algunos estudios muestran que el derretimiento de los glaciares, podría poner nuevamente en circulación a virus y bacterias, que estuvieron atrapados en el permafrost6 por miles de años, y el rebrote de enfermedades antiguas es un riesgo que debería ser tomado en consideración (Smith et al, 2004).

Con el objeto de fomentar ecosistemas saludables, no solo la conservación de bosques se convierte en un imperativo. Además, es importante regular el comercio y tráfico ilegal de fauna silvestre. Se conoce que el 60% de enfermedades transferibles vienen de animales, y de este porcentaje el 70% tiene su origen en especies silvestres (Chakraborty et al, 2020).

Aunque es claro que el gran reto de la humanidad es generar conciencia sobre los efectos del cambio climático y la alteración de los ecosistemas naturales, la pandemia generada por efectos del COVID y las consecuencias en la economía mundial, supone alta presión sobre los bosques y riesgos de incumplir con los acuerdos de conservación.

En este escenario, la activación productiva debe ser eficiente y efectiva. Las acciones clave que se recomiendan a nivel mundial son:

  • Dinamización de las cadenas de valor
  • Asistencia técnica para incrementar la productividad
  • Generación de nuevos mercados locales
  • Fomento del consumo local versus productos importados
  • Generación de créditos verdes y flexibles, que permitan dinamizar la economía y fomentar la transición hacia una producción sostenible y la conservación de bosques.

Como una de las medidas de mitigación a los efectos negativos del cambio climático, Ecuador implementa desde el año 2017, el Programa Integral Amazónico de Conservación de Bosques y Producción Sostenible (PROAmazonía), iniciativa del Plan de Acción REDD+7, dando cumplimiento a los acuerdos adquiridos con la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), cuyas acciones apoyarán al Ecuador a cumplir sus objetivos nacionales y acuerdos internacionales para reducir el avance de la frontera agrícola y guiar al país en su proceso de transición hacia Producción Sostenible y Libre de Deforestación.

Autor: 

Giovanny Romero 

Técnico de Producción Agropecuaria Sostenible de PROAmazonía 

Colaboración:  

Paulina Angulo 

Coordinadora Transición a Sistemas de Producción Sostenible de PROAmazonía 

Bibliografía:  

Afelt, A., Frutos, R., & Devaux, C. (2018). Bats, coronaviruses, and deforestation: Toward the emergence of novel infectious diseases? Frontiers in microbiology, 9, 702.

Chadha, M. S., Comer, J. A., Lowe, L., Rota, P. A., Rollin, P. E., Bellini, W. J., … & Mishra, A. C. (2006). Nipah virus-associated encephalitis outbreak, Siliguri, India. Emerging infectious diseases, 12(2), 235.

Chakraborty, I., & Maity, P. (2020). COVID-19 outbreak: Migration, effects on society, global environment and prevention. Science of the Total Environment, 138882.

Cunningham W P., Cunningham M A. Mc Graw Hill International Edition. Principles of Environmental Science 7th edition 2013.

Di Marco, M., Baker, M. L., Daszak, P., De Barro, P., Eskew, E. A., Godde, C. M., … & Karesh, W. B. (2020). Opinion: Sustainable development must account for pandemic risk. Proceedings of the National Academy of Sciences, 117(8), 3888-3892.

Han, H. J., Wen, H. L., Zhou, C. M., Chen, F. F., Luo, L. M., Liu, J. W., & Yu, X. J. (2015). Bats as reservoirs of severe emerging infectious diseases. Virus research, 205, 1-6.

Lu, R., Zhao, X., Li, J., Niu, P., Yang, B., Wu, H., … & Bi, Y. (2020). Genomic characterization and epidemiology of 2019 novel coronavirus: implications for virus origins and receptor binding. The Lancet, 395(10224), 565-574.

Parkinson, A. J., Evengard, B., Semenza, J. C., Ogden, N., Børresen, M. L., Berner, J., … & Menne, B. (2014). Climate change and infectious diseases in the Arctic: establishment of a circumpolar working group. International journal of circumpolar health, 73(1), 25163.

Ruscio, B. A., Brubaker, M., Glasser, J., Hueston, W., & Hennessy, T. W. (2015). One Health–a strategy for resilience in a changing arctic. International journal of circumpolar health, 74(1), 27913.

Smith, A. W., Skilling, D. E., Castello, J. D., & Rogers, S. O. (2004). Ice as a reservoir for pathogenic human viruses: specifically, caliciviruses, influenza viruses, and enteroviruses. Medical Hypotheses, 63(4), 560-566.

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